¿Pero cómo son esos niños? ¿Cuáles son sus características? ¿Es posible una reducción a este problema?
Los niños que presentan este problema
tienen atener características como:
- Sentido exagerado de lo que les corresponde y esperan que los que están a su alrededor se lo proporcionen.
- Baja tolerancia a la incomodidad, especialmente si es causada por la frustración, el desengaño, el aburrimiento, o la negación de lo que han pedido; entonces, la expresan con rabietas, ataques de ira, insultos y/o violencia.
- Presentan escasos recursos para la resolución de problemas o afrontar experiencias negativas.
- Están muy centrados en sí mismos y creen que son el centro del mundo.
- Buscan las justificaciones de sus conductas en el exterior y culpan a los demás de lo que hacen, por tanto, esperan que sean otros quienes les den una solución.
- No pueden y no quieren, ver la manera en que sus conductas afectan a los demás por lo que se dice que, la gran mayoría carecen de empatía.
- Llegan a pedir hasta el extremo de la exigencia. Una vez conseguido, muestran su insatisfacción y vuelven a querer más cosas.
- Les cuesta sentir culpa o remordimiento por sus conductas.
- Discuten las normas y los castigos con sus padres a quienes consideran injustos, malos, etc. Pero comportarse así, les compensa ya que ante el sentimiento de culpa inducido, los padres ceden y otorgan más privilegios.
- Exigen atención, no sólo de sus padres, sino de todo su entorno. Y cuanta más se les da, más reclaman.
- Les cuesta adaptarse a las demandas de las situaciones extra familiares, especialmente en la escuela, porque no responden bien a las estructuras sociales establecidas ni a las figuras de autoridad.
- Se siente tristes, enfadados, y/o ansiosos, y suelen tener una autoestima baja.

Normalmente se tiende a culpar a
los padres de este tipo de conductas por ser demasiado permisivos y protectores
con su hijo o hijos; aunque, también, influye el ambiente porque hoy los niños
viven en una sociedad consumista, individualista y que adquiere el éxito fácil
y rápido por encima de todo.
- Hay que estar atentos a los niños que imponen su voluntad o hacen rabietas en lugares públicos o delante de toda la familia.
- Así mismo, nos debemos fijar cunado siempre se sale con la suya puesto que, muchas veces, hacen girar a la familia en torno a él. Haciéndonos pensar que, si se les deja hacer lo que quiere, acabaremos en las redes del chantaje emocional.
Llegados a este punto, cualquier
lector podría objetar que casi todos los niños pequeños tienen muchas rabietas.
Y, es cierto; todos tienen rabietas, pero hay que intentar que no se salgan con
la suya. En general, por encima del primer año de edad, ya hay que marcar
límites y el menor debe saber hasta dónde puede llegar.
Son los padres quienes deben
ejercer su función. Así, los padres sobreprotectores y permisivos, que
claudican ante los caprichos de sus hijos, porque creen que así “no sufren”,
pueden establecer la receta perfecta para un niño emperador.
Otro factor de riesgo es que
exista una discrepancia educativa entre los progenitores. Aunque ello pudiera
ocurrir, los padres deben intentar unificar sus personalidades y mantener una actitud
educativa firme que permita que no haya rupturas entre ambos en la imposición
de normas.
La estructura familiar ha
cambiado demasiado, con divorcios y nuevas parejas frecuentes, los hijos únicos
aumentan y, además, los tenemos a una edad cada vez más temprana, más tardía o son
adoptados. Entonces, es fácil que un niño se convierta en un bien precioso cuyos
deseos siempre hay que satisfacer, que no puede sufrir ni conocer disciplina
alguna.
Hasta el primer año de vida, todo
el entorno sólo está para satisfacer sus necesidades. A partir de ahí, va
aprendiendo estrategias para salirse con la suya, como las rabietas, por
ejemplo, una manifestación de descontento normal, pero que hay que saber el don
del convencimiento.
Hacia los cuatro años, lo
habitual es que el niño ya sea capaz de verbalizar su rabia y, a los cinco, de
controlarse. A excepción de los niños tiranos, que intentan imponer su
voluntad, son agresivos, sufren constantes rabietas en lugares públicos y
convierten el día a día de toda la familia en un calvario.
Los padres acaban por rendirse con
sucesivas renuncias con tal de lograr paz. Y el niño mimado pasa a ser el rey
de la casa, de ahí a niño tirano, y por último, si la agresividad persiste, se
trasforman en adolescente descontrolado y maltratador de sus padres.
La frustración es un sentimiento
normal durante el desarrollo infantil: el niño necesita, desde que tiene más o
menos un año, rutinas, reglas y límites claros sobre lo que puede y no puede
hacer.
Pero a partir de los seis años hay
niños que se muestran muy impulsivos, mienten, tienen actitudes vengativas, no
conectan con los demás, son insensibles, se sienten poderosos, carecen de
empatía, lastiman a sus mascotas… Estas son actitudes tiránicas, que a los once
años se pueden agudizar y a los 15 años ya son difíciles de encauzar.
Y es que educar no es fácil, y
debe implicar ciertas dosis de frustración, para equilibrar el amor. El
problema se presenta si no hay reacción por parte de los padres, que, en su afán
de buscar una excusa a todo –“el niño tiene mucho carácter”, “lo que hace es
normal a su edad”… – no se atreven a imponer límites, tal y como decíamos
anteriormente.
Así, el problema se va agrandando
hasta que la familia tiene la sensación de que se le ha ido de las manos. ¿Qué
hacer entonces? Se trata de actuar con sentido común, sin exasperarse y sin
violencia.
Algunas recomendaciones pueden
ser las siguientes:
- Establecer reglas claras y explicar las razones de esas reglas.
- Ser coherentes. El padre y la madre deben tener la misma opinión respecto a un mismo problema. “Comunicación”.
- Mostrarse firmes respecto a lo que el padre y la madre hayan decidido, de forma conjunta.
- No imponer un castigo que luego no se cumpla. No olvidemos que existen castigos negativos y positivos.
- Supervisar las actividades de los hijos.
- En el caso de los niños más caprichosos, se debe intentar hacer lo posible para mejorar nuestra relación con ellos, sino se logra es momento de consultar a un profesional.
- Otorgar a los hijos responsabilidades acordes a su edad, como recoger la mesa o ponerla, sacar la basura, hacer la cama, sin importar el sexo.
- No apartarles ni sobreprotegerles, ambas cosas podrían configurar un niño tirano.
